Sofía Tormenta: Cuando el arte ataque

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Fotos de portada y nota: María Burgos Oviedo

“Art without an object, or without the body of the artist or the viewer somewhere in between, is unthinkable. Without human subject, without art”.

Sofía Tormenta es una de las artistas jóvenes más vivas del momento. ¿Por qué afirmamos esto? Porque es de esas personas que con su obra te impulsan a querer hacer cosas, a mirar más cuadros, a ir a una obra de teatro, a escribir, a sacar fotos o tan solo a ponerte los auriculares y pasear por la ciudad. 

Basta con espiar un poco su cuenta de Instagram para encontrar en sus obras luz, pasión y destrucción. Sofía estudió historieta en la Universidad de Palermo y se formó en el Taller de escultura y clínica de obra del artista Luis María Terán. Y hoy, además de ser artista, trabaja en la famosa productora Landia junto con su hermana Ana, quien es su dupla creativa. 

Muy vinculada con la música desde sus inicios, interviene remeras con cantantes, bandas o iconos culturales que la inspiran, como Patti Smith, Flema, Rosario Bléfari, Shintaro Sakamoto, Vivienne Westwood, entre otros. 

Desde hace más de 2 años vive en CDMX y el jueves pasado se presentó en Dulce Estudio en la multitudinaria inauguración de “500+ exposición y performance”, que estuvo curada por Robert Peyote y fue acompañada por un Dj set de Javier Viau, más un gran equipo.

Nos metemos en su actualidad para hablar de su actual lugar de residencia, de música y de su metodología de creación. 

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 ¿Cómo surgió la idea de irte a México?

La idea de ir a Ciudad de México surgió porque estaba mi hermana Ana, nosotras dirigimos publicidad como dupla creativa en la productora audiovisual Landia. Paralelamente, me ofrecieron varias exposiciones individuales en mi ámbito personal artístico. Comenzaron a surgir propuestas y exposiciones, la primera fue en Monterrey en la galería Colector y a partir de ahí empecé a notar que algo estaba sucediendo y dije “ah, bueno, hay algo que está surgiendo acá y tengo ganas de ver que pasa, me quedaré”. 

Empecé a probar, la verdad es que me sentí muy a gusto con la gente de México porque son personas súper amables, muy hermosas y me hacía falta gente así. Con esa forma de mantener su cultura, mostrarla, mantenerla, muy notoria, me seduzco, su respeto, sus propuestas, formas de hacerme parte y realizar proyectos y vayamos a la par. Había algo a nivel trabajo en equipo que me gusto muchísimo, a nivel económico también, me pareció que era una oportunidad para crecer como persona y artista. 

Así que me dije “este es un lugar donde me están dando la oportunidad de poder seguir creando” y me quedé aun teniendo todo en Buenos Aires. 

¿Y cuáles crees que son las herramientas que te dio México para arrancar a trabajar? 

Siento que me dio algo espiritual muy fuerte porque es una ciudad que tiene muchísima energía y mucha cultura. Donde quiera que vayas, siempre vas a ver algún símbolo.

Lo cotidiano me comenzó a inspirar muchísimo. Para mí todo era nuevo, nunca había visto algo así, los colores, las herramientas que usan, esa oferta infinita de materiales, de posibilidades, me hizo decir “Ah, yo puedo hacer lo que quiera ahora”. 

Entonces lo que me dio México es la infinita posibilidad de elección, que es también una responsabilidad, porque cuando hay infinitas posibilidades uno dice “¿bueno y ahora que muestro?”. Ahí empecé a curar la obra desde otro lugar, empecé a cuestionar mi propia obra, a ver como me plantaba en escena, a trabajar mucho toda la parte performática para abordarlo más desde lo teórico. 

También me dio la posibilidad de ver que los artistas acá se toman el trabajo demasiado en serio, son muy responsables a la hora de presentar en todo sentido, desde el principio hasta el final tienen muy elaborado, y eso me atrae, me hace aprender a entender la puesta desde otro lugar.

Finalmente te encontraste con el colectivo de artistas de México. ¿Cómo fue esa interacción y cómo se dio desde el primer momento?

Al principio era raro porque cuando vas a otra ciudad o país no sabes cómo se manejan, no sabés dónde tenés que ir, no sabés cómo mostrarte, entonces hay una búsqueda muy profunda que hay que hacer. Principalmente, mi tarea fue comenzar a ver qué hacían los otros artistas, ir a exposiciones, presentarme. Se dio algo muy natural porque a ellos les gusto muchísimo mi obra, vieron que era una persona muy constante y yo creo que eso abre puertas a los artistas. A mí me gusta ser constante, habla un poco sobre el cambio, la profundidad y la responsabilidad que estás dándole a la obra.

Creo que a los artistas mexicanos les llamó mucho la atención mi performance porque hay performance general, pero está más relacionada con las danzas. Yo trabajo la performance más ligada a los trabajos de cuerpo / objeto, resignificación del objeto, corporalidad /objeto, dispositivos

Salgamos un poco de México y entremos a tu trabajo. Tu obra está re ligada a la música, ¿desde cuándo se genera esa relación en tu vida?

Mi familia en general está muy ligada al arte. Mis padres eran artistas, tengo dos hermanos músicos, entonces la música es muy importante porque siempre estuvo presente. Me gusta mucho encontrar nuevas bandas, nuevos músicos, géneros, cosas que no existen en la internet. Eso me llevo a tenerlo tan presente que con el tiempo comencé a hacer unas remeras de bandas musicales y, de alguna forma u otra, me empezaron a llamar músicos porque les parecía que estaba bueno para comercializarlo como merch. Ahí arranqué una parte de mi carrera, trabajando en tanto en tapa como en sus remeras para lanzamientos musicales. 

Actualmente, me estoy metiendo en el arte sonoro. Estoy trabajando en una pieza performática con una artista mexicana que es de Tijuana, estoy super inspirada, ella tiene una cabeza gigante. La pieza se va a lanzar a fin de año como un disco de música y es algo que creo que es muy nuevo en un montón de sentidos, es una exploración que estoy trabajando con mucha delicadeza. 

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¿Tenés referentes o profesores a distancia? Personas que de alguna manera te inspiran o te ponen en eje para crear. 

La verdad que me gusta mucho el movimiento fluxus, por ejemplo, que es todo un movimiento que se ligó a la performance y a la búsqueda de trabajos corporales. En esa área hay un montón de artistas que me inspiran mucho. También los artistas orientales me atraen demasiado porque tienen algo de simplicidad sobre la escena que me interesa y se guía más sobre mi obra. A mí me gusta lo de cuanto menos es más en un montón de aspectos y en cuanto podés desglosar más y elegir menos, siento que la información es más clara. 

La verdad es que en lo último que estoy muy metida es en David Toop, que es un artista que hace arte sonoro con objetos. Se me olvidan los nombres de los artistas, pero Alan Watts me encanta, a nivel inspiracional Vivienne Westwood entre muchos otros.

Después David Lynch es un artista que me acompañó durante mucho tiempo en mi vida, un artista que tiene una forma de dirigir y de especificar momentos y tiempos de una forma narrativa muy importante porque trabaja a nivel direccional; tiene algo atemporal y también muy enroscado en la cabeza o Sarah Lucas, que es una escultora feminista que trabaja mucho con lo sexual, lleva el cuerpo a lugares de hacer esculturas con moldes de su cuerpo, con lo que es el sexo masculino.

Otra artista que me inspira es Ana Mendieta, que también trabaja desde un lugar corporal, simple, pero muy conciso y muy fuerte, con una determinación clara. Laurie Anderson pero en escena ella trabaja y escribe de una manera que también genera todo eso. Y la verdad es que te nombro todas mujeres porque me ha pasado que con el tiempo me empecé a empapar más de eso. La mujer tiene una fuerza que el hombre, la verdad, por momentos no me lo transmite, si bien hay obras que sí me encantan, me gustan muchísimo la de las mujeres.

Elegir a otras mujeres como referentes habla sobre una continuidad que tenemos que tener, sobre darle fuerzas a la mujer y a su voz por tantos años de represión que tuvimos para poder mostrarnos. Como artista mujer creo que es algo que deberíamos hacer todas. Creo que eso hace que la mujer tenga más lugares dentro de la escena artística. 

En tu obra y en tu discurso el cuerpo es protagonista, ¿cómo se fue gestando ese rol?

Hasta los 27 años yo solamente pintaba, hacía cómic y también estaba en el mundo del cine. Era más introvertida y no estaba muy conectada con mi cuerpo. A los 27 se me muere mi papá de una forma bastante fuerte, traumática. Un día me empecé a dar cuenta a través del dolor, de la depresión, de todo esos lugares que uno aborda con los traumas, que la obra me estaba comenzando a quedar chica. La hoja era chica aunque el bastidor era gigante. En esa pérdida física / espiritual, me di cuenta de que se me empezaron a aparecer imágenes en donde me veía en ciertos lugares, como en una acción. Hasta ese momento yo no conocía la performance, no estaban en mi mundo. Empecé a escribir muchísimo todas estas cosas que me estaban pasando en ese momento a nivel emocional y tenía textos, textos, textos. Ahí empecé a estudiar expresión corporal. Fue cuando me di cuenta que había encontrado algo nuevo. Sentía que había algo nuevo, pero dentro de un estado muy familiar, muy natural, como si yo ya lo hubiera hecho toda mi vida. 

Creo que cuando uno está en un estado muy vulnerable y doloroso, la vida toma un lugar más fuerte como “¿Qué más va a pasar? Si yo ya perdí muchas cosas, ya está”, o sea, me pasó algo así, me hizo preguntarme “¿qué puedo perder? «

La verdad es que no me interesó en el momento, sentía que tenía que atravesar algo y era de esa forma. 

Tengo una forma de abordar toda esta información antes de irme a dormir, se me presentan imágenes con simbolismos claros, entonces las anoto. Tengo un libro con anotaciones performativas que nunca dejó de trabajar. Esto me llevó a encontrarme con mi «yo» desde otro punto de vista, ¿quién era esa persona que estaba viendo en escena? Cuando trabajo pragmáticamente, soy yo, o solo soy un cuerpo tomando una cierta información a recrear.

Tenés muchas facetas: sos performer, directora audiovisual, artista plástica hacías historietas. ¿Cómo haces para que todas estas Sofías se puedan alimentar e ir moviéndose? Porque cada trabajo te debe demandar diferente energía.

Uno cree que el arte si es plástico es solo plástico, y si bien todas tienen como su mundo, todo se toca porque, por ejemplo, el arte de la historieta tiene mucho guion, tiene mucho punto de vista, se liga mucho al cine, el cine se liga a la puesta en escena en lo performático.

Lo único que no está ligado es por ahí la pintura, pero en ese espacio yo estoy en la búsqueda porque creo que no terminó de transmitir lo que quiero transmitir. Es algo que me hace muy bien a nivel meditación, pintar es algo que te enfoca y perdés el tiempo, el espacio, y te hace muy bien en lo sensorial, en lo espiritual, entonces se complementa, inspira y nutre a lo otro.

Esta pregunta me hace acordar mucho a la infancia cuando me preguntaban: “¿Vos qué sos?”, y yo decía “soy todo esto” y veía que todos se definían y decían “yo soy artista plástico”. Yo me preguntaba qué decir si hago mil cosas a la vez. Al final dije: “Soy una artista multidisciplinaria, me gusta indagar, soy una curiosa total, me gusta tocar todo lo que pueda tocar”. Me gusta no definirme como algo puntual, sino como que puedo llegar a hacer todo porque tengo ese deseo y esa pasión, por eso ahora estoy yendo a la música, porque hay algo que no quiero frenar y creo que cuando hay más búsqueda y más conexión con lo desconocido uno crece como persona y artista y nutre todos los lugares. Me tenía que enamorar de esa persona, tenía que quererla y aceptarla. Entonces empecé a trabajar el método de terapia Gestalt que es un método que me ayudó muchísimo a amarme como persona. Hacíamos un ejercicio de sanación como la silla vacía, el cuidado del niño interior y un montón de cosas que me ayudaron a aceptarme como soy. Si yo no hubiera hecho esa terapia, creo que no sé si me hubiera animado a todo lo que hice.

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