Netflix se caracteriza por ser la plataforma de streaming que mejor funciona y también por tener un catálogo, digámoslo suave, bastante malo, o mejor, poco curado (no es Mubi ni aspira a serlo, ya lo sé). Sin embargo, buceando aguas adentro, y no tan adentro, se pueden encontrar algunas joyitas que le escapan a los algoritmos prefabricados.
A pedido de las socias del hotel, van cuatro películas relativamente nuevas y una serie no tan nueva que ya debería ser un clásico. Todas están ahí, lejos de “los más populares”, esperando que le des play antes de que desaparezcan del sistema, como The Office.
En orden alfabético:
Atlanta
Aprovechando que en marzo vuelve con su esperada tercera temporada, recomiendo ver Atlanta, la serie creada y protagonizada por el talentosísimo Donald Glover (también conocido musicalmente como Childish Gambino). Resumiéndola brevemente trata sobre la vida de Earn, el manager marginal de su primo, Paper Boi, un músico de rap que está a punto de pegarla. En realidad, de su entourage, porque también está Darius y, en la periferia, Vanessa. Pero miento, es mucho más profunda que eso, es una serie que expone la temática racial de hoy en el país del norte (y no solo en el país del norte), porque la serie es, sobre todo, eso: una crítica social. Y Glover lo hace desde adentro, tomándose su tiempo, trabajando en cada capítulo un género. Solo diré esto: “Teddy Perkins”, el capítulo de terror de la segunda temporada, es una obra maestra.

Druk (Otra ronda)
Cuatro profesores de secundaria arrancan un experimento sociológico en el que cada uno tiene que mantener cierto grado de alcohol en su cuerpo todos los días para demostrar, en principio, que con alcohol todo puede ser mejor. Digo en principio porque, sí, eso es lo que está en la superficie, pero lo interesante es lo que está debajo de la espuma, los temas que la película aborda con precisión danesa (el porqué del experimento): la amistad, la sensibilidad masculina, la depresión, el duelo. La mejor película de Vinterberg y, probablemente, la mejor del 2020. Mads Mikkelsen está imperial y el final, su final, ¡qué final!
Fue la mano de Dios
Sorrentino, Maradona, Napoli, ¿qué podía fallar? El heredero legítimo de Fellini volvió con su película más personal (y menos surreal), una oda a su ciudad, la ciudad que Maradona hizo feliz pasada mitad de la década del ´80. El protagonista es Fabietto (la tristeza en la mirada de ese actorazo es conmovedora), un adolescente que sueña ser director y a sus 17 años vive una tragedia que le cambia la vida. En fin, el Dolor y gloria de Sorrentino, que de la mano del Diego escupe su historia. Comentario aparte: Napoli nunca estuvo tan bella como bajo sus ojos (¡los planos, los colores, el agua!).

Passing
Rebeca Hall (sí, te suena porque también es actriz) lleva al cine la gran novela de Nella Larsen en su debut como directora y logra lo que logran pocos directores: que funcione. Su adaptación, en un blanco y negro que le sienta perfecto a la historia, es a la vez personal y fiel al espíritu de Larsen. Dos mujeres de color se vuelven a encontrar después de años, una, Irene, sigue viviendo en su Harlem natal, la otra, Clare Kendry (un personaje fascinante) está de paso. ¿Cuál es el conflicto? Que Clare se hace pasar por blanca y está casada con un racista. Bueno, el problema, en realidad, es que desde que se encuentra con Irene busca ocupar su lugar, quedarse con lo que es suyo. O al menos eso es lo que Irene cree, ya que, tal vez, lo único que Clare quiere es volver a sus orígenes. Una peli que, como la serie Atlanta, expone la temática racial, con una vuelta de tuerca: acá lo da vuelta.
The Power of the Dog
Dos hermanos vaqueros, uno bueno, uno malo, en un rancho del sur de Estados Unidos en 1920 (eso es un wéstern), peleados por una mujer (esto también es un wéstern, uno crepuscular, tipo Liberty Valance). El giro que la diferencia de los wésterns de venganza de los setentas, que también lo es, es que la mujer que se casa a escondidas con el hermano bueno tiene un hijo afeminado con el que se obsesiona el hermano malo. Y todos paran en el mismo rancho. No digo más. Es una película sutil (una soga, un ternero, una montaña), violenta sin exageración y que maneja muy bien la tensión (el famoso increscendo) y el clímax. Está filmada como los dioses por Jane Campion y todos los actores destacan, en especial Kirsten Dunst, que está magistral. Pensándolo bien, también es un wéstern borgeano porque tranquilamente podría ser la relectura que hace Campion de La intrusa. Si Netflix se va a llevar, finalmente, un Oscar a mejor película, que sea por esta.
