El 7 de junio, en medio de esta pandemia interminable, Marcelo Luján ganaba por unanimidad de votos el premio Ribera del Duero por su libro de cuentos La claridad (Páginas de Espuma, 2020), que fue elegido por un jurado presidido por Fernando Aramburu. Un libro que vino a ratificar algo que los lectores de Luján ya intuíamos: el mal está en todas partes. Si uno busca, el mal siempre se deja ver, siempre destaca.
La claridad está compuesto de seis cuentos feroces que tienen como núcleo la oscuridad y que coquetean entre el terror cotidiano y el nuevo noir, lo que hace que el espacio y la atmósfera cobren importancia. Entonces esa oscuridad se puede ver en los alrededores de un camping, en la carretera de noche, en una veterinaria o en la fiesta de un pueblo. Repito: en todas partes.
Lo importante, en realidad, es qué hace Luján con esa oscuridad, porque tal como demostró en sus anteriores novelas (lean Moravia o Subsuelo y van a ver), el autor se pone el casco constructor y con una caja llena de herramientas literarias (frases cortantes, repetición precisa, saltos temporales, correlatos agudos, imágenes demoledoras, etcétera, etcétera, etcétera) se mete a excavar ahí adentro hasta encontrar el germen de la propia destrucción, que puede ser la avaricia, los celos o una gata con coronavirus.
Otra particularidad es que en todos los cuentos el narrador, sea en tercera o en primera, sabe más que el lector y juega con eso. Digamos esto: a Luján no le importa el spoiler, primero cuenta, después detalla. Anticipa y posterga. Todo el tiempo. Dice lo que va a pasar, pero no cómo va a pasar. Ahí está la clave del amarre, de la unidad. Ahí y en ese tono preciso que se funde en una estructura sólida, un rompecabezas en donde todo termina encajando. Luján puede ir y venir porque sabe perfectamente a dónde va.
“Hace poco leí que nunca se ven venir las balas y hoy sé que tampoco nunca se ven venir los contratiempos ni la desventura ni mucho menos la desgracia”, dice Ramón, el narrador de El vínculo, el cuento más extenso. Una excepción: Luján sí ve venir las desgracias. Y las narra como nadie.
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Hace un tiempo bastante largo que no publicabas cuentos, ¿qué te llevó a volver al género? ¿Cómo nació la idea del libro?
Hace un tiempo bastante largo que no publico en general. Pero ese es mi mecanismo de escritura que parece lento en función de las publicaciones. Lo que pasa es que tardo mucho en pensar de qué quiero hablar y cómo quiero contarlo. Cuentos escribo de un modo regular para antologías, periódicos, pero este proyecto era otra cosa. Lo que quería era escribir un libro de cuentos que el lector al terminarlos sintiese que había leído un libro. Fue un proyecto ambicioso, sabía que iba a ser complejo porque escribir un libro de cuentos desde cero, de historia a historia, sin recurrir a ningún texto anterior, me iba a llevar mucho tiempo. Tenía anotado en una o dos líneas las historias que quería contar y fui escribiendo con la idea y la concepción original de respetar la autonomía de cada uno de los cuentos, pero buscando que ese conjunto tuviese una armonía que lo amalgamara de algún modo y que se pudiese conformar un verdadero libro de cuentos. Era un proyecto, como te digo, ambicioso y un reto desde lo personal porque estuve casi cuatro años con el libro.
Todos los cuentos abren con una cita musical y otra bíblica, como si se emparejaran, como si ambas profetizaran lo que va a venir, desde los Ratones Paranoicos hasta el Apocalipsis, ¿lo pensaste así?
Bueno, parte de esta armonía y de esta unidad que quería montar en La claridad también se compone y conforma a través del paratexto, los epígrafes como elemento paratextual ayudan. Si tienen una cierta equivalencia y ritmo, como pasa acá, donde todos los cuentos tienen fragmentos bíblicos y de una canción de rock o pop, es parte de esa intención de que el lector tenga una idea general de que todo pertenece a un mismo universo. Después la combinación entre estos dos elementos me pareció súper explosiva y que podía funcionar. Desde luego, es una advertencia y un anticipo de lo que el lector va a leer en cada uno de los cuentos porque esa es, entre otras cosas, la función del epígrafe.
Recién mencioné a la música y creo que estos cuentos tienen una musicalidad muy poética, la repetición mucha veces funciona como un estribillo e incluso los comienzos llenos de incertidumbre (“Puede que haya sido la belleza”, “Puede que haya sido el azar”, Puede que haya sido el deseo”). Entonces está esa música y los cuentos tienen la tensión de un poema también, ¿cómo los trabajaste en ese aspecto?
No sé si tienen la tensión de un poema, pero sí procuré que tuviesen tensión, que es un elemento inherente al género. Eran historias que había visto, o había notado, que iban a necesitar mucha tensión, porque son cuentos que doblan incluso más la media del género. Entonces cuando en un cuento pasas de la página 8 a la 10 el concepto cortazariano de tensión empieza a correr riesgos, ¿no? Para lograr sostener esa tensión utilicé varios recursos técnicos y uno de ellos es este narrador anticipatorio, que trabaja mucho el futuro narrativo y que es un recurso que a mí me dio resultados en Subsuelo, digo, de sostener al lector, de atraerlo. En el caso de los cuentos, cuando notaba que la historia podía destensarse hacía que irrumpa este narrador que tiene un diálogo con el lector prácticamente y eso sostiene la tensión. Con respecto a la musicalidad, creo que eso depende de cada autor, de lo que quiera transmitir con un texto. Es verdad que esos tres comienzos, de los tres textos en tercera persona, también imitan una musicalidad porque es parte de mantener una coherencia e intentar generar una armonía.
En el primer cuento (Treinta monedas de carne), este narrador omnisciente anticipatorio del que hablás dice algo que, creo, aplica para todos los cuentos: “el peligro siempre se siente”. La sensación de peligro inminente está en el tipo que maneja un camión de noche (Espléndida noche) y también en la fiesta de un pueblo (La chica de la banda de folk); sabemos que algo malo va a pasar e igual angustia cuando pasa. ¿Buscabas generar esto?
Sí, los escritores deberíamos buscar constantemente generar cosas en el lector a través de nuestras ficciones. En los cuentos de La claridad lo busqué a través de este narrador omnisciente anticipatorio, que funciona en los cuentos en tercera, pero en los otros tres cuentos que están en primera sitúo el aquí y ahora del relato en un punto posterior a toda la historia, por lo que, aunque sean narradores personajes, también puedo jugar con esto del tiempo, de moverlo. Es algo que me interesa mucho en ficción. Trabajar el tiempo interno del relato, creo que eso genera cosas en el lector. Y sí, los cuentos que mencionas a través de ese narrador anticipan, pero no es una anticipación completa, dicen en todo caso que va a pasar algo extraordinario, generalmente desgraciado, pero no lo resuelve de un modo completo. El lector tiene que seguir avanzando en la historia con esa gota de veneno en su mente que es el conocimiento de que algo importante va a ocurrir. Me parece que es un mecanismo técnico que ayuda muchísimo sobre todo para generar la tensión interna en el cuento.
El libro cierra con un cuento (Más oscuro que tu luz) que, si bien en un principio no estaba pensado para el libro, no solo le da el título, esa claridad que resalta la oscuridad, sino que el propio título del cuento parece describir el núcleo por donde gira tu obra. ¿Qué ves en la oscuridad como motor narrativo?
En efecto, en el libro este cuento aparece como un bonus track. En realidad, formaba parte del libro cuando lo terminé. Lo tuve que sacar del manuscrito que mandé al premio porque el cuento había ganado otro antes. En el proceso de edición del libro le comenté esto al editor de Páginas de Espuma, y me dijo que el cuento funcionaba, que se podía incluir, así que con una nota del editor aparece al final como bonus track. A mí me parece que es un cuento que aporta mucha luz, creé a este libro por la propia naturaleza de la historia y es verdad que es un cuento en donde aparece el concepto de claridad de modo tangible aunque no terminó llevando el título en ese cuento, sino Más oscuro que tu luz. Pero creo que resuelve y cierra un poco el enigma general del libro. El concepto de oscuridad es un eje en mi narrativa, me gusta mucho abordarla, me gusta mucho abordar el mal y lo que significa para los seres humanos. Y siempre me gusta trabajarlo desde escenarios claros, desde situaciones cotidianas, porque me parece que es ahí donde realmente podemos ver cómo potencia o cómo funciona la oscuridad rodeada de luz. Este contrapunto o este contraluz, por decirlo de alguna manera, es también el eje del libro.
Pensaba que muchos autores contemporáneos trabajan lo que se conoce como el terror cotidiano, Enríquez o Schewblin por nombrar dos. Y creo que estos cuentos podrían ser considerados como terror cotidiano, pero en tu caso trabajás el orden de lo siniestro desde otra perspectiva. ¿En qué creés que se diferencia tu literatura en este sentido?
El terror es un género que me apasiona como consumidor, tanto sea en lecturas como en audiovisual. Y creo que el terror moderno está muy avanzado, más ligado a lo fantástico y a la humanización del monstruo o del fantasma, que es algo que también me interesa muchísimo. Lo trabajo desde esta perspectiva. Los cuentos de La claridad en su gran mayoría están atravesados por alguna concepción fantástica, algún halo fantástico, en algunos cuentos más que otros, pero en todos los casos me gusta mucho humanizar ese componente, que el fantasma, que el monstruo tenga problemas humanos, que es lo que me parece lo aúna al concepto de cotidianidad que es la base de lo que a mí me gusta escribir. En cuanto a las autoras que nombraste, creo que manejan el género de un modo maestro y lo mío en este caso fue, no un experimento, pero sí quería ver cómo funcionaba la combinación entre el negro y el fantástico, que me parece que se potencian un montón, que conviven muy bien.
La claridad está íntimamente ligada a Subsuelo, no me refiero solo a la forma en algunos casos o la atmósfera, sino a que también aparecen personajes descentrados de la novela. ¿Siempre tuviste en la cabeza este cruce? ¿Te interesa seguir trabajando un universo Luján?
Tenía cierta idea cuando proyecté las historias del libro de utilizar en muchos casos la situación espacial de Subsuelo, porque me parecía muy rica para estas historias, y también utilizar algunos personajes, rescatar momentos ciegos que no se trabajaron en la novela y recuperarlos acá. En cualquier caso, la autonomía de cada cuento es fundamental. Por lo tanto, para quien no haya leído Subsuelo, los cuentos de La claridad tenían que funcionar de todos modos. Pero es verdad que me gustó la idea de que el lector de Subsuelo, que es una novela que tuvo mucho recorrido y me generó muchos lectores, tuviera un pequeño homenaje, un plus, que pudiese reconocer en estos cuentos ciertos componentes de ese universo que se generó en la novela. Así que sí lo pensé cuando estaba armando el proyecto, pero solo era una intención, después a medida que las historias se iban componiendo podía saber hasta dónde meterme.
Así como hay cuentos que conectan con Subsuelo, también están los cuentos que dialogan entre sí, pienso rápido en Una mala luna y El vínculo. Entonces más allá de hilo fantasma que vincula a todos, hay además un andamiaje calculado, ¿cómo trabajaste la estructura?
Estas combinaciones que aparecen internas en el libro fueron surgiendo a medida que avanzaban los cuentos, porque es un libro, como te decía, escrito desde cero, historia a historia. Entonces cuando ya tenía una, dos, tres historias a lo mejor en la tercera o en la cuarta tenía que aparecer un personaje misterioso como es en el caso de El vínculo. Ahí aparece Ingrid Benítez, esa mujer extraña, con esa jaula y un gato adentro; y esa mujer podía ser cualquier mujer, pero me valía que fuese la madre de esos dos hermanos. Es decir, funcionaba siendo cualquier personaje pero incluyendo a la madre de aquellos hermanos la historia podía desarrollarse mejor en el componente del narrador, Ramón, el veterinario, que recuerda a esa mujer y a la niña, la protagonista de Una mala luna. Son cosas que iban surgiendo a medida que escribía el libro. Esto es un atributo que está muy relacionado con el proyecto de escribir el libro de cuentos desde la nada más absoluta, sin recuperar ninguna historia, porque de haber recuperado alguna historia estos movimientos a lo mejor hubiesen parecido más forzados.
Hace unos años ganaste el Hammet por Subsuelo, ahora te premiaron con el Ribera del Duero por La claridad, ¿qué significa los premios para vos?
Creo que los premios son las mejores cribas que podemos tener los autores. Los premios que nombraste tienen mucho prestigio y, por lo tanto, los libros que compiten son de autores y autoras de muchísimo nivel así que, desde el punto de vista personal, es una alegría, te dan ganas de seguir adelante con tu escritura, confirman de algún modo que un texto u otro está logrado. A mí los premios siempre me han servido mucho para seguir creciendo como autor. Empecé a publicar gracias a los premios, mis primeros cuatro libros son libros que fueron publicados a través de premios. A parte de la obtención del premio significaban la publicación, por lo tanto, en mí caso, los premios son elementos centrales en mi carrera. Aunque, bueno, no se deben poner por delante de nada. Hay que escribir, contar las historias del mejor modo posible e intentar respetar el tiempo que utiliza el lector, que hoy en día es algo sumamente valorable en la sociedad en la que vivimos en donde todo es inmediatez, donde se está a un click que una persona pase una semana de su vida leyendo un libro. Eso es algo que hay que saludar.
Te fuiste hace mucho tiempo de Argentina, casi veinte años, ¿cómo impacta en vos escribir desde afuera?
La conexión sigue siendo muy potente porque tiene que ver con un tema de tradición, más allá de que lleve veinte años viviendo fuera de Argentina. Puede modificar mi lenguaje, puede hacerlo evolucionar, pero la tradición sigue vigente. Evidentemente hay una metamorfosis discursiva que es un debate interesantísimo que está planteado ahora desde los latinoamericanos que escribimos desde España. Es algo que ha modificado la concepción de la lengua en tanto literatura o escritura de ficción. Esto no pasó nunca en la historia de nuestra lengua, ni siquiera con el Boom y está pasando ahora y están siendo nuevas voces. Estamos hablando de un castellano mucho más rico, mucho más amplio, justamente porque lo que venimos de afuera, y vivimos y escribimos desde España, estamos educados en otra tradición literaria. En el caso mío, y esta es la gran tradición que me alegra tener, estoy educado en la tradición literaria argentina y eso no se puede cambiar, porque es la base y la esencia de mi concepción ante la literatura. Pero sí la modificación del lenguaje hace que surja una literatura híbrida, mestiza, única, en el caso de muchos compañeros y compañeras y me parece que nuestra hermosa lengua es la que sale ganando.
Foto de portada: Cortesía prensa Paginas de espuma