Los diarios de Andy Warhol

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Por Nico Bouvet ( TW: @Nico_Bouvet)

Recientemente estrenado por Netflix, Los diarios de Andy Warhol es un extenso y maravilloso documental por el que desfilan, como postales de una época reciente pero al mismo tiempo ajena, los últimos años de un siglo clave de la historia.

El mundo del arte, el cine y la moda; el amor, el SIDA y la soledad; Jean-Michel Basquiat, las drogas y los eclécticos años ochenta; todo eso aparece condensado a través de la mirada de uno de los últimos grandes artistas de todos los tiempos. Como un giro vanguardista y pop que le hubiera fascinado a Warhol, los productores de la serie decidieron recrear su voz por medio de un programa de inteligencia artificial.

¿Qué había detrás de las serigrafías de celebridades, de los retratos de estrellas de cine y sus famosas latas de sopa Cambell? La respuesta está en el mismo Andy Warhol quien, después de sufrir un atentado perpetrado por la activista Valerie Solanas, se vio en la necesidad de comenzar a registrar su vida en forma de monólogos, bajados al papel por su amiga y colaboradora Pat Hackett. En ellos, de forma directa y cruda, Warhol deja de lado el personaje construido por él mismo y revela aspectos de su vida prácticamente desconocidos: su inseguridad, los desamores y una sensación de muerte que sobrevuela la época. Al documental también le otorgan profundidad las entrevistas a colegas, artistas y curadores que lo conocieron o llegaron a ser sus amigos.

La serie no escarba demasiado en sus orígenes católicos de familia eslovaca y emigrada a Pittsburgh, tampoco en su época dorada de la década del sesenta. Solo unos pantallazos son suficientes para inferir que lo que veremos se asienta sobre ese pasado (lúgubre el primero, glorioso el segundo) para construir un viaje nostálgico.

A fines de la década del setenta, en pleno auge del punk más nihilista, Andy Warhol y su fuerza innovadora se hallaban a la deriva. La insatisfacción y la sensación de que su tiempo estaba llegando a su fin lo obligaron a resignificar su figura, mientras la relación de larga data con el diseñador Jed Johnson se resquebrajaba. Es en este pasaje del documental donde nuevamente veremos su capacidad para hacer de su vida una ficción; de la realidad, una manufactura.

El sexo, el amor y su asexualidad fueron los disparadores de muchas de las inseguridades que Andy Warhol enfrentó en esta etapa. En constante lucha con su homosexualidad, el disconformismo con su cuerpo se tradujo en un deseo oculto por transformarse físicamente. Esto lo llevó, extrañamente, a incursionar en el mundo del modelaje masculino y el drag, y a conocer al que, quizás, fue el amor de su vida: Jon Gould, un ejecutivo de la industria del cine.

La clave vital de Andy Warhol siempre fue la reinvención, y eso es justamente lo que hará a comienzos de la década del ochenta, década que llevó al paroxismo todo lo que había sucedido hasta ese entonces. Con el artista Jean-Michel Basquiat fundaron una amistad basada en la admiración mutua, produciendo numerosas obras en las que confluyen ambas fuerzas creativas que son lo mejor del arte de fines del milenio pasado.

Algo muy importante y muy bien abordado en el documental es la forma en la que se ilustra el cambio de paradigma que impone el SIDA cuando irrumpe en la escena neoyorkina de aquellos años. Como contrapunto de la vida nocturna, los neones y la new wave, Andy Warhol se confiesa aterrado con respecto a un virus (the gay cancer lo llamaba) del que no se conoce mucho. Es importante señalar en este punto el lugar que ocupaba su catolicismo heredado, ya que no se mostró muy empático con los que padecían HIV.

De esta época es su serie de cuadros basados en La última cena, además de las Ten punching bags, bolsas de box decoradas con impresiones del mismo Jesucristo de Da Vinci. El corpus de esta obra adquirió un significado especial ya que fueron compuestos por encargo semanas antes de su muerte, que acontecerá en 1987.

Los Diarios de Andy Warhol, como toda buena biografía, baja a tierra a un artista que inventó su propia historia. A medida que los capítulos avanzan, descubrimos que su mayor obra fue la exposición en plan estético de su propia vida.

Merece una mención especial el soundtrack de la serie. A lo largo de sus seis entregas, desfilan bandas bandas postpunk como Sad Lovers and Giants, The Durutti Column, A Flock of Seagulls y The Chameleons, además de los ya clásicos Bee Gees, Philip Glass y David Bowie.

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