Por @maxiestomba
La Fiesta Silenciosa es el tercer largometraje de Diego Fried, luego de Sangrita (2003) y Vino (2010), ambas con muy buena recepción en festivales internacionales. En esta oportunidad Fried no está solo, cuenta con la co-dirección de Federico Finkielstain. La película, ya desde su trailer anuncia disparos, tensión y violencia envueltos en un clima musical que deambula entre lo opresivo y lo estimulante. Spoiler: no defrauda, el rompecabezas se arma perfecto y te deja sin aliento.
La historia empieza en las vísperas del festejo de una boda y nos muestra luego la intromisión de Laura (Jazmín Stuart), la protagonista, en una fiesta privada en donde es víctima de un hecho dramático. De ahí en adelante todo se vuelve vertiginoso, desatando una violencia que va in crescendo sobre todo en su futuro esposo (Esteban Bigliardi) y en su papá (Gerardo Romano), que van a buscar descargar su furia contra un grupo de jóvenes.
Si bien las películas del tipo “rape and revenge”, como La Fiesta Silenciosa, tuvieron su auge durante la década de los 70’s, pareciera que llegaron para quedarse. Algo que queda demostrado con grandes títulos y directores que a través de los años eligen en su tema central la violación y la posterior búsqueda de venganza. Desde El manantial de la doncella (1960) de Ingmar Bergman, o el clásico de este género, Straw Dogs (1971) de Sam Peckinpah, hasta Irreversible (2002) del director argentino-francés Gaspar Noé, donde se muestra una violación en tiempo real.
En los últimos años nuestro cine también tuvo algunos exponentes como, por ejemplo, La Patota (2015), de Santiago Mitre, adaptación de su homónima de 1960, dirigido por Daniel Tinayre, que juega con el género y tiene un planteo controversial, ya que la víctima de la violación no es la que busca venganza, sino su padre. En ese sentido, La fiesta silenciosa se suma al listado de películas de este subgénero de nacimiento casi marginal, de cine realizado con bajo presupuesto, que soportó el paso del tiempo hasta nuestros días, y lo hace entrando por la puerta grande.
Todas estas películas se caracterizan por mostrar a la violencia de una manera muy cruda, muchas veces mezclándola con el thriller, el terror o el cine gore. Y este mix en la película se hace acompañado de uno de sus más importantes hallazgos: las impresionantes actuaciones de todos los personajes.
Otro de los hallazgos es el uso del sonido ambiente de la naturaleza que rodea la estancia, que, en un primer momento, se mezcla con un llanto lejano, para luego descubrir a Laura encerrada en un pequeño cuarto y luchando para escapar. Esto hace parecer que la historia ya empezó y si bien es la mera presentación de la película, se va a valer a lo largo del film de algo esencial: las elecciones de montaje. Desde el montaje se va a jugar con la cronología de los hechos como en una reconstrucción, hasta llegar nuevamente al punto de partida: ese cuarto en donde quedó encerrada.
Recién entonces se va a develar la historia y no solo para el espectador, sino también para Laura, funcionando como un clic e impulsándola a afrontar su venganza. A la vez, su padre y su futuro marido inician una cacería de los culpables de la violación. Quedan atrás, lejos y chiquitos, los comentarios que cuestionan a Laura por cómo agarra un arma o para que deje de tomar, Laura, a fin de cuentas, será la artífice del desenlace.
Si bien la temática del film es controversial (la violación de una mujer siempre lo es), esta es una película que no aparenta emitir un juicio de valor sobre los actos de la protagonista previos a ese momento. Laura tomó alcohol y se metió en una fiesta, ¿y qué? Debería poder ser libre para hacerlo y volver sana y salva a su casa, pero en nuestra sociedad una mujer sola en una quinta de noche puede sufrir una violación, como puede sufrirla en muchos otros contextos y lugares y esto es una realidad de la que ella no es responsable.
La fiesta silenciosa es uno de los thrillers argentinos del año, que logra mantenerte en tensión desde sus planos iniciales (en donde una cámara avanza lentamente sobre un escenario vacío en el que se va a celebrar una boda) hasta el final, que se ajusta al género, pero que, a la vez, cambia sus puntos de vista, pasando tanto por la víctima, como por los victimarios, mostrando la tragedia en 360 grados.
Fotos: Cortesía Aramos Cine