KARINA VISMARA: «Mi compromiso es con la canción»

A fines del 2019 Karina Vismara publicó Selva, un disco rockero y potente. Se le podrían agregar un montón de adjetivos más pero la verdad es que las canciones se defienden por sí solas. Las guitarras, que se entrelazan con la voz de Karina, tienen toques muy Nick Drake (escuchen Persona con especial atención). Aunque también se siente la influencia que Atahualpa Yupanqui tuvo en todo este trabajo (escuchen Nada, Nadie o Nerea y van a ver).

El universo inglés y el autóctono argentino se juntan porque esta música de Balcarce dejó su pueblo a los 19 años y se fue a estudiar al Liverpool Institute for Performing Arts, fundado por Paul McCartney. Más que con un título, volvió con experiencia, información que depositó tanto en su primer álbum Casa del viento como en Selva

Los años previos a Selva tuvieron mucho movimiento. Miles de mudanzas, un primer disco grabado a dos voces, armarse y desarme, arrancar y volver a empezar. Eso también está plasmado en los nueve tracks del álbum, la, como diría Moris, fiebre de vivir.

Tal vez todos estos elementos hagan de Selva, además de un disco que suena muy bien, un laburo auténtico, que suena y tiene la identidad de Karina. Las canciones tienen un tono contestatario, con un mensaje claro que se disfruta como cuando la cobertura y el relleno vienen en la misma cantidad. 

Buscando conocer más la obra de Karina nos juntamos con ella para que nos cuente cómo nacieron sus canciones. 

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A los 19 años te fuiste a Liverpool. ¿Cómo fueron esos años por Inglaterra?

Me fui a estudiar al Performing Arts de Paul McCartney en Liverpool. Hice un curso de un año de composición, producción musical y de sonido, era un popurrí de todo lo que tiene que ver con el universo de la música. Después me fui a Guildford, que está cerca de Londres, y estudié diseño de sonido. Ahí dije “no, no viene por este lado, no quiero estar todo el día sentada en una computadora”. En un momento flasheé “esto va a tener más salida laboral”, esas cosas.

También estuve un año y algo en Brighton, pero ahí fui a trabajar. Decidí que quería grabar un disco, pero no tenía la plata. Laburaba en un pub y vivía en el pub. Tocaba pero en cosas más informales porque no tenía tiempo y quería llegar a juntar la plata para grabar. En un momento de iluminación dije: “¿y si me voy a Argentina con esta plata?”. En Inglaterra con esa plata no hacía nada, entonces decidí venir para acá. Después se fueron dando un montón de cosas y me terminé quedando. Pero siempre tenía la idea de que iba a volver. Por suerte nunca pasó. 

¿Cómo te armaste acá en Buenos Aires como música? ¿Cómo armaste la banda? 

Cuando estaba en Brighton seguía la escena de acá y así me enteré que viajaban a Europa una banda que ya no toca más: los Hermanos McKenzie. Les escribí, les armé unas fechas y tocamos juntos. Cuando vine para Argentina, me puse en contacto nuevamente con ellos y en un cumpleaños conocí a varios músicos más. Ahí empezó todo. A los meses me invitaron para abrir el show de Los Alamos. Comencé a conocer gente, iba a tocar en todos lados, quería conocer la escena, quería conocer la ciudad. Y también fui grabando el disco.

¿En cuánto tiempo grabaste tu primer disco?

Con eso estoy un poco complicada para responder, porque lo grabé dos veces. Cuando estaba en Inglaterra y me estaba por recibir de diseñadora de sonido, la Universidad en la que estaba estudiando pierde la licencia para tener estudiantes internacionales. Me llega una carta que decía que si no regularizaba mi situación me podían deportar. En ese momento estaba de novia con un chico hacía como un año y pico y no nos queríamos separar, pero a la vez no podía quedarme. La cuestión fue que decidimos casarnos. Tenía 22 años, fue un, bueno ya fue, si no funciona no funciona. En una semana hubo casamiento, que se conozcan las familias, así. Él estudiaba producción musical, y siempre teníamos la idea de hacer un disco. 

Después de que pasó todo eso decidimos venir, con mi ahora ex marido, a Argentina a grabar el disco. Vinimos con equipos y plata. Mientras la grabación avanzaba yo no lograba estar muy convencida hacia dónde estaba yendo, había grabado seis, siete canciones del disco. No me gustaban. Me termino peleando con él, cortamos y surge la posibilidad de mandar a mezclar y a remasterizar el disco a Noah Georgeson, que es el que labura con Devendra Banhard. Ahí me dije “yo no le puedo mandar esto que grabé así nomás”. Entonces voy a El Pie, a grabar con el Pájaro Gonzalo Rainoldi, que es amigo de toda la crew de Los alamos. En dos sesiones hicimos todo, de hecho, cambié algunas canciones, grabé otras, en definitiva se estiró, no sabría decirte cuanto me llevó hacerlo. Porque entre idas y vueltas, me mudé de país, lo grabé, no me gustó, lo volví a grabar, tomé otras decisiones.

Y después de todo este movimiento con Casa del viento, ¿cómo llegas al segundo disco?

Con la lengua afuera. 

¿Cómo decís este disco ya cumplió su primera etapa ya puedo pasar a grabar otro?

La idea de mi primer disco era representar de una manera más cruda, enfocarme solamente en la canción, y en lo que hacía en vivo, que es tocar la guitarra y cantar. Yo no tocaba con banda, la idea entonces era plasmar eso. Eran canciones también más introspectivas, que hablaban más de mi infancia, de cosas que me habían pasado, también por eso hay canciones en inglés, porque hay canciones que yo traía de cuando vivía en Inglaterra. Así que es como un híbrido. 

Cuando decido que quiero grabar otro disco quería decir otras cosas, quería despegarme de esa visión tan para adentro. Decido traspasar todo lo que excede a mi propia piel, hay un mundo ahí afuera, y yo ¿cómo lo vivo? ¿Cómo me relaciono con eso? ¿Que pienso? Entonces cuando empezaron a surgir las canciones, hablé con los chicos con los que venía tocando pero de un modo más informal. Ahí dijimos “vamos a probar a ver qué pasa”. Fuimos a la sala de ensayo, agarramos la eléctrica y ya fue. En Selva las canciones tienen otro mensaje, y para mí era importante que ese mensaje fuera acompañado por unos arreglos musicales más contundentes y no tan delicados.

Acá estas un poco más rockera y la letra de las canciones tienen otra intención, más de protesta o de tu manera de plantarte en el mundo. Además, en cuanto al sonido hay una mezcla entre Joni Mitchell y Nick Drake.

Nick Drake es un artista que escuché mucho, igual fue más parte de mi disco anterior, porque Nick Drake es muy folkie. Yo para este disco escuché otras cosas, escuché  mucho Atahualpa, escuché a Ali Farka Touré, que es un músico que hace como que te diga blues africano. Estuve escuchando esas cosas más afro, más de acá, más folclóricas, una mezcla muy bizarra. 

¿Cómo fue el proceso de decir estas son las canciones que quedan para el disco?

Algunas quedaron afuera porque no formaban parte de este disco. Yo sigo pensando al disco como una obra integral, para mí es importante que tenga una identidad, para mí no es un rejunte de canciones, tiene que tener un sentido. En un momento también pensé en hacerlo de 10, pero después fue como un “no, esta canción no va” y la dejé afuera. Pero no lo pensé tanto en condensarlo, las canciones de este disco tenían que ser estas. 

No quería ser una continuación del disco anterior. Hay una continuidad pero no es la parte dos del anterior. En un disco completo podés ver la profundidad del artista. No podés plasmar todo en una solo canción. En cambio, en un disco podés explorar distintos aspecto de una sola situación, en las distintas canciones vas abordando un tema desde otro lugar, y eso está bueno, le aporta esa complejidad que tiene la vida misma

¿Cómo te sentís vos en escena proponiendo algo distinto a lo que suena en el indie local?

Para acá, todo lo que se haga con guitarra acústica y suene medio gringo es folk, yo no estoy tan de acuerdo con eso. No me siento tampoco como encasillada en eso. De hecho, si escucho los ritmos que toco, a nivel rítmico, no son tan del folk tampoco. Por ahí, sí más porque toco mucho arpegio con la guitarra. Pero nunca me planteo hacer algo en función de un género, de lo que está pasando o de la escena. Las modas pasan rápido, nunca sabes qué es lo que se viene y para cuando llegaste a ver de qué se trata ya pasó. No tiene mucho sentido en lo personal tratar de encerrarme o seguir a un género en particular o en una escena, yo estoy muy en la mía. Además es bastante limitado, por ahí, hay a quienes les sirve, pero la verdad que lo que yo hago no creo que sea parte de una escena en particular pero si me permite relacionarme con distintas escenas y eso me parece que está bueno. He tocado con Boom Boom Kid, el otro día estuve tocando con Stu Larsen, que vino a la Argentina que es bien folkie, o le abrí a Turf. No encasillarme en un género en particular me permite eso, relacionarme más. Mi compromiso es con la canción. 

¿Tenes compositoras actuales preferidas o que te guste mucho lo que están haciendo ahora? ¿Vas a ver bandas, solistas? O te pasa como a algunos músicos que están tocando todo el tiempo y pueden ver/escuchar a esos con los que comparten fecha. 

La verdad que la vida del músico es sacrificada en un punto, porque a veces me doy cuenta de que no tengo tiempo. Es un trabajo muy social, siempre estás en contacto con gente pero a la vez si me preguntan un lugar para salir, qué sé yo, no sé. Ahí me doy cuenta de que hace meses no salgo a tomar una birra a algún lado porque siempre estoy tocando. Pero sí hay algo que me sorprendió mucho. Escuché una canción de Ca7riel y dije “¿y esto que es?”. Está buenísimo, no tiene que ver nada con lo que hago y me encanta. Estuve escuchando un montón su disco, Livre, y me parece increíble, la letra, todo. Es alto músico. Es un artista muy completo, me impactó, no me lo esperaba. 

Por ahí no es que te gusta todo lo que hace un artista, pero de repente, vas a lugares y está tocando Lucy Patané, y decís “faaa ¿de dónde salió esta piba?”. Veo cosas que me impactan pero no estoy siguiendo a nadie. 

¿De la escena local que es lo que más te gusta? 

Lo que más me gusta de lo que está pasando hoy es que la gente se está conectando con la música y no está tan pendiente si tiene que ver con lo que escucha en su casa. Hay una apertura, se están empezando a mezclar los géneros y las bandas, y hay algo más como de hermandad entre los músicos donde, si bien hay como un estilo o un criterio, podés ir a un show y que haya trap, y después una piba con una guitarra haciendo canciones, y una banda de rock. Ya no es tanto “este es el rock, este es el blues”, se está haciendo un poco más de mezcla y también mezcla de generaciones. Y por fin, hay más lugar a las mujeres, eso me parece lo más entretenido de todo, de esa diversidad está surgiendo mejor calidad en todo lo que se hace.

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Karina Vismara acaba de volver de presentar Selva en el Cosquín Rock y según se escucha va a seguir recorriendo kilómetros con su voz y su guitarra. 

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