De regreso a Oktubre con Carolina Bello

Cuando creías que Oktubre, el segundo disco de Patricio Rey y sus redonditos de ricota, ya no podía ser interpelado, apareció el libro de Carolina Bello. La periodista y escritora uruguaya aceptó ser parte de la colección de discos de Estuario Editora eligiendo un desafío: escribir su primera novela apoyada en uno de los discos más importantes de la historia Argentina. 

Se trata de lo que pasa entre dos chicos, Hernán y Olga, que se intercambian cartas, de Buenos Aires a Prípiat y de Prípiat a Buenos Aires. A ambos los traspasa la música y el contexto político: en Argentina se vivía la primavera alfonsinista y en Ucrania la tragedia de Chernóbil. Hay un punto de conexión importante y es que la mamá de Olga es argentina. Por eso, a lo largo de las páginas, además de sensibilizarnos con momentos adolescentes vamos a poder recorrer calles, interpretar canciones, darle una nueva lectura a clásicos y sentir un poco el aliento de Enrique Symms.

Carolina Bello se apoyó en la investigación periodística para evitar caer en la facilidad del cliché y así nos brinda una novela corta, cercana y cero pretenciosa. 

En octubre se confirmó la tercera edición de Oktubre por eso entrevistamos a su autora para conocer cómo comenzó a vincularse con la música y cómo fue el proceso de escritura. “Hay canciones que me dieron ganas de caminar por las paredes y atravesarlas”, dice Olga en una carta. Eso es lo que vamos a hacer con esta obra. 

Cada uno tiene una historia distinta con Oktubre ¿Cómo llegas vos al disco? Es decir, cuando sale vos tenías tres años, ¿no? 

Exactamente. Yo era chiquita, ni siquiera tengo conciencia de esa época, por supuesto me llegó mucho después. Lo que tienen las grandes obras es que sea la época que sea, sobreviven, y Oktubre es uno de esos casos.

Mi hermana laburaba en la radio, hacía programas de rock en Montevideo en la adolescencia. Entonces nos llegaban muchos discos a casa casi todo el tiempo, primero fue en cassette y, después, cuando surge el CD, fue la casa del barrio que tenía miles de CDS porque nos lo mandaban. 

Siempre tuve contacto con la música, todo el tiempo con el rock, no tengo un momento puntual en el que tengo una aproximación a los Redondos, sí te lo puedo decir con los Héroes del silencio, me acuerdo de cuando los escuché por primera vez, pero con los Redondos no. 

En una época donde vos tenías cassettes grabados miles de veces de pronto venia mi hermana con un disco original que le llegaba y el disco tenía arte de tapa, las letras. Era otra forma de acceder al conocimiento o al concepto del disco, eso es la memoria que tengo, de buscar, de tratar de entender, de preguntar qué quieren decir con esto.

Creo que el primer disco que escuché fue ¡Bang! ¡Bang!, no fue Oktubre, de hecho, si vos me decís qué disco es el que más te gusta de los Redondos yo te voy a decir ¡Bang! ¡Bang!. 

Entonces, ¿por qué elegiste este álbum?

Escribí sobre Oktubre para esta colección porque siento que el disco se merecía una interpelación, más que una interpretación, una intervención distinta.  

¿Llegaste a ver a los Redondos en vivo?

En el año 2001, yo atendía los teléfonos en la radio donde estaba mi hermana entonces nos dicen “les dejamos 20 entradas de los Redondos para sortear”, una entrada que todavía conservo, por supuesto.

Tenía el poder absoluto de tener veinte entradas en mis manos para ir a ver a los Redonditos de ricota, imaginate. Las sorteamos honestamente, pero además agarré una para mí.

Volvimos a mi casa y mis padres no querían dejarme ir a verlos porque en el imaginario era el quilombo, la droga, las corridas, Walter Bulacio. Mi hermana tuvo que interceder y decir “va conmigo, por favor, no se puede perder este evento”. Yo era menor todavía, no hacía lo que quería. 

Pero fuimos a verlos al Estadio Centenario. Puedo decir que los vi y escuché el “hola, paísito ¿cómo anda?”.

¿Fue el último en Uruguay

Para mí seguro iba a ser, entonces lo viví con esa sensación. Lloré mucho en el recital, recuerdo que me quedé sin voz, el Indio estaba amable y en comunión. Hicieron un show espectacular, súper cuidado a nivel musical.

Y al Indio Solari también lo vi. Había salido Porco Rex , un disco que a mí me había re gustado, así que me fui sola al Velódromo de Montevideo porque me regalaron la entrada. Estuve cinco horas desde que salí hasta que pude entrar porque salí temprano para evitar todo el quilombo bajo una lluvia torrencial. En el momento en que sale el Indio al escenario se abrió el cielo, esas cosas que alimentan el mito de la misa. Sale el tipo en el medio de un cielo con estrellas. 

¿No volviste a ver nunca más al Indio?

Yo estoy re afín con la música, a fin con el Indio letrista, con esas cosas. Me gusta escuchar un disco tranquila en casa compartiéndolo con amigos, pero no estoy ya en tiempo y forma, ni con ganas de hacer toda esa procesión de no saber si volvés o no volvés, no me interesa, o sea, no es la época que me interesa a mí, la masividad de los Redondos, por eso escribí Oktubre, y por eso le rendí el homenaje pre masividad.

Oktubre marcó un antes y un después, sin duda, pero si hay algo que siempre me gustó de ellos es precisamente el componente teatral, componente de performance, ¿no? Esa cosa cabaretera, subían minas, hacían shows, subían poetas, tenían a Mufercho, después a Enrique Symms, se recitaba poesía a un público que iba a escuchar un recital de rock y se respetaba. Esa es la época que a mí más me gusta, después los seguí escuchando, por supuesto, después de La mosca y la sopa sin duda siguieron haciendo cosas buenas pero lo que rescato siempre es esa era de pre masividad. Es donde importaba más el arte, donde importaba más lo que se decía que colgar el cartel de sold out.

 ¿Cómo te llega la propuesta para hacer el libro?

A Gustavo Verdesio, que es el director de esta colección, se le ocurre la idea de abordar un disco de la historia del rock rioplatense en un libro. Empezaron a convocar y él me dice “¿qué disco queres hacer?”. Le propongo dos: uno de rock uruguayo, Tango que me hiciste mal, de Los Estómagos, y le propongo Oktubre. ¿Qué pasaba con esos discos? Habían sido elegidos por otros periodistas y otros escritores. Cuestión que lo había elegido, Ramiro Sanchiz, un amigo mío que es escritor, un advenedizo de la banda. Lo había conocido en la Facultad y no le gustaban para nada, un tipo que sabe mucho de música, y que era un negado de los Redondos porque tenía esa teoría del rock chabón. Y yo tratando de convencerlo, tenés que escucharlo. Cuando vi que él tenía Oktubre no dije nada. 

Pasan los meses, vamos a la presentación del primer libro de la colección, me siento al lado de Ramiro, ahí cuando lo estoy saludando me dice: “Che, te dijo Gustavo, ¿no?”. Le digo: “¿qué cosa?”.  “Que me corrí de hacer Oktubre, siento que es más justo que lo escribas vos”. Dije: “¿vos me estás jodiendo? Ya me había hecho a la idea de que no lo iba a escribir”. En eso Gustavo, que estaba pasando con su libro en la Feria del Libro, dice públicamente: “bueno, y contamos con la presencia de Carolina Bello quién va a escribir sobre el disco Oktubre. Ahí me confirmó.  

Después de la confirmación ¿qué vino?

Me puse a pensar, ¿qué hago con un disco que tiene que ver con aspectos que van mucho más allá de la música? Que tiene que ver con la expresión de cultura, que tiene que ver con una cuestión de idiosincrasia, que tiene que ver con una cuestión mitológica, ¿sí?, o sea, era un terrible desafío. Me daba una mezcla de emoción y miedo porque además yo no era profeta en esta tierra, entonces me iba a meter con un disco que además tenía que ver con algo súper intrínseco al ser argentino. 

Entonces, empecé por escribir o querer escribir una crónica, estilo periodístico. Soy muy admiradora de Martín Caparrós. Disfruto su forma aunque no me interese el tema. Bueno, voy por ese lado, es un género que yo venía explorando, el género narrativo.

Me contacto con algunos periodistas pero no me dan bolilla. Y quiero tirar la toalla, porque para hacer una crónica tenía que contactarme con gente. Rocambole y Tito Fargo me contestaron al toque. Me junto con Ramiro, le cuento todo esto y después él dice: “Caro, acordate una cosa, vos además de periodista sos escritora, no te ahogues. Se agotó una posibilidad pero vos sos el timón”, y aquello me quedó resonando. Ya venía estudiando sobre los soviéticos que tampoco es tanto, había estado leyendo sobre Chernóbil, había dado con la ciudad de Prípiat que es la ciudad lindera a Chernóbil donde vivían los obreros de la planta nuclear, había mirado muchas imágenes que me habían situado más que un escenario en una escenografía, una cuestión que tenía que ver con el espacio donde podía colocar otra cosa, personajes, y ahí dije: “¿y si hago una ficción?”.

Empecé a digerirlo y empezó a tomar forma. Yo venía escribiendo, ya tenía libros publicados pero nunca había escrito una novela. Era la oportunidad de desafiarme a mí misma, de escribir una novela por primera vez en la vida y de sortear una cosa que fue mi cometido principal, ir más allá del público ricotero. Que le guste a cualquier fan de los redonditos es un golazo, pero yo necesitaba que la obra valiera por la literatura. Entonces necesitaba hacer algo que le pudiera colgar a una persona que en su vida hubiese escuchado un disco de los Redondos, con eso aparece Olga Sudorova.

En esta infancia que te digo, en esta preadolescencia, llegaban muchos panfletos y muchas cosas. Un buen día me llega un inédito del recital del Parakultural. Me llega un disco inédito y con la tapa hecha en fotocopia. Decía: inéditos Redondos Parakultural junio del 86. En Octubre salió el disco. Es un recital entero, lo escucho y veo que el Indio cuando toca Ji,ji,ji de las primeras veces que lo ejecutaban recita “Olga Sudorova, vodka de Chernóbil…¡pobre la Olga!, crepó.” 

Me viene a la mente ese personaje, busco a ver si era real, si se estaba refiriendo a algo real. Investigo por qué lo de vodka de Chernóbil, entiendo de que es un dato de la realidad de que el gobierno soviético cuando estalla el reactor lo primero que hace es decir que tomen vodka porque ayudaba a paliar los efectos de la radioactividad.

Y ahí la veo a Olga Sudorova como personaje, ese era un atrevimiento por mi parte, era agarrar un fragmento de mitología, intervenirlo, darle una voz, darle un cuerpo, darle un lugar en la historia.

Rocambole con Oktubre

Con lo que significa las letras de las canciones para los fans de los Redondos te estabas metiendo con Ji, ji, ji.

Viste que con los Redondos pasa una cosa, que es que se habla mucho de la interpretación de las letras. Hablan todas de falopa, pero no dicen nada, y después están los otros que piensan que el Indio es un gran escritor.

Entonces necesitaba aportar una versión nueva pero que no fuera solo una versión, porque una versión era una subjetividad más. Qué tal si pongo a interactuar a dos personajes, en contextos distintos, de países distintos. ¿Cómo decodificará una extranjera una canción de los Redondos? Porque si hay algo que tienen a diferencia de otras bandas masivas como Soda, fue que ellos no fueron internacionales. Llegaron a Uruguay y se terminó. Pero no es lo que pasó en Latinoamérica con Soda Stereo, eso hay que ver por qué, ¿no? 

Entonces me puse a pensar en Olga Sudorova. ¿Qué pasa si creo a una Olga que es ucraniana, que está viviendo en Chernóbil porque tengo la escenografía y la pongo a interactuar con un argentino de su misma edad? Ahí empecé a tejer la trama y lo que me permitía eso era aportar distintas versiones sobre un mismo hecho. La interpretación de Olga, una ucraniana de veinte años, la interpretación de Hernán, otra persona, el diálogo entre los dos en consonancia o no, muchas cosas que dicen los personajes yo las pienso y muchas cosas que dicen no las pienso porque tampoco era escribir desde mí. Es más un narrador en tercera persona que va poniendo en escena toda la trama.

Entonces el reporteo previo que hiciste para escribir una crónica, los datos de la realidad que conseguiste ¿te terminaron de armar el escenario para la novela? 

Exacto, porque la novela tiene un componente de crónica. Igual me salí con la mía. Porque yo me iba a referir a cosas reales. Tenía que hablar de un contexto político que ni siquiera es el argentino, que a mí me llega por cercanía, lo conozco porque en Uruguay mamamos todo lo argentino desde que nacemos. Tenía que estudiar para crear a Olga, por ejemplo, lo que hacía era mirar videos de ucranianas hablando español para marcar los defectos en el habla y cómo conjugaban los verbos, todo eso iba sacando un denominador común. Y así escribía las cartas de Olga, porque Olga sabe español porque su madre es argentina, era lo que me habilitaba que ella pudiera comunicarse. Escribe mal. Es un idioma que no conoce.

Todo eso llevó mucho tiempo de preparación, de interpretación. Es que llevaba todo el día de laburo y, no la escribí en orden en realidad, o sea, empecé por el principio pero no terminé por el final, por la sencilla razón de que a veces tenía ganas de ser Olga, a veces tenía ganas de ser Hernán, y a veces no tenía ganas de hacer a ninguno de los dos y era el narrador en tercera persona; entonces, después sí tuve que hacer un proceso de montaje, de que yo sabía que tenía que terminar el libro pronto, que el final ya estaba escrito pero que había que ordenar para que tuviese el sentido que  quería darle.

¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?

Fue mi libro record. Lo empecé el 9 de febrero y lo terminé el 30 de junio porque tenía un plazo. Y tuvo un proceso súper periodístico, por eso también me sentía cobijada por el formato viste, porque a mí me gusta escribir en ese código, me gusta encontrar un nuevo sentido en algo que vemos todos los días. Es ese concepto del formalismo ruso sobre lo que es el extrañamiento, mirar de otra manera lo que siempre está ahí dado de una manera, hasta los viajes en bondi, cuando voy al laburo todos los días trato de ir mirando para sobrevivir como hacen estos dos en el libro. 

Cuando salió ¿cómo te sentiste con el producto final?

Me sentí rara, me acuerdo cuando fui a buscar el libro a la editorial que me dieron los 20 ejemplares que le corresponden a un autor. Cuando lo tuve en las manos fue como un momento en el que dije “esto ya está fuera de mí”.
Yo creía en el libro. Lo mandé a la editorial creyendo profundamente en lo que había hecho, lo hice con oficio y lo hice con amor. Eso yo lo tenía claro. Estudié letras, me dedico a esto y todavía me queda autocrítica para ser mala conmigo misma. Entonces, si algo no me convence tanto lo macero, lo cambio, lo destruyo, lo vuelvo armar, no soy conformista con lo mío.

Y con Oktubre había sido lo suficientemente mala como para darme cuenta de que tenía una obra digna entre manos. Era una obra atrevida porque no era profeta en esta tierra, me estaba metiendo con algo que tenía que ver con una cosa muy a nivel venas de la cultura argentina, que le importa a mucha gente. Solo me quedaba esperar la repercusión de los lectores y que se entienda.

Este asunto está ahora y para siempre en tus manos…

Escribir el libro Oktubre fue un periodo de aprendizaje, de lucha, de estar cansada y escribir, de estar conectada con esa épica que va creando, de vivir los personajes, de estar pensando en Oktubre cuando no estaba en Oktubre , de estar escuchando Sad Lovers que es la banda que suena muy parecido a ellos  en el laburo para no perder esa conexión con la obra que estaba escribiendo y que no podía escribir porque estaba laburando. Entonces, ese momento del después es como un bache que encontrás y decís: “okey, ¿qué es lo que va a pasar ahora?”. Después lo que pasa, lo que ha pasado, es la devolución de lectores. La cual me llena de satisfacción porque la novela conmovió a gente que en su vida había escuchado un disco de los Redondos, y para mí era muy importante porque, más allá de respetar la consigna de la colección, yo necesitaba que el libro no valiera por ser un libro de los redonditos, sino por ser una novela, una obra literaria. Estoy orgullosa del libro porque sigo creyendo en él, porque también te pasa que pueden pasar los meses, lo agarras y decís: “esto lo hubiese dicho de otra manera o para qué dije esto, o esta frase no me quedó tan bien”. No me pasó un momento de ruido, yo lo releo a Oktubre y estoy contenta con eso que logré. 

¿Cómo seguiste después de esta movida emocional? 

Ya estoy escribiendo una novela nueva, otra onda, no es musical y quiero que sea mejor que Oktubre, y Oktubre quería que fuera mejor que mi libro anterior, que es con el que tuve la suerte de ganar un premio. Espero ir superándome a modo de aprendizaje, no de tribuna, sino de que cada libro me enseñe, me deje algo, como fue en el caso de Oktubre, o sea, no soy la misma después de haberlo escrito, porque me atravesó un montón de historia y un montón de cosas que fui descubriendo que me modificaron. 

¿Tuviste alguna devolución novedosa de algún lector? Digo, un “yo no lo hubiese visto así”.

Sí. Una de las cosas más locas que para mí es como súper conmovedora haberlo escuchado además, de un lector, es que ya no escucharon el disco de la misma manera una vez que leyeron el libro, y que se enriqueció la escucha. Eso me pareció único porque haberse metido a abordar una obra tan grosa y tan importante como Oktubre, y sentir, porque te lo dicen, que enriqueciste esa obra que ya es rica de por sí, esa sí no me la esperaba. Y es de las cosas más lindas que me ha pasado, sin duda.

Hablando del lector ¿cómo sos con la lectura? ¿cómo te relacionas con la lectura?

Ejercitar la imaginación cuando lees es un pulmotor que te mantiene vivo. En el ejercicio de lectura sos vos decodificando de manera inconsciente un montón de indicios para construir algo que no está dado. Para mí leer es escribir, o sea, si yo leo, me dan ganas de escribir, me activo, hay algo en mí que se empieza a mover.

¿Te pasa eso con cualquier autor? 

No, con la mayoría. Por ejemplo, un homenaje que hice en Oktubre es a Enrique Symns. Él es un tipo que leo y me dan ganas de escribir, no sé por qué me pasa eso. Él me inspira mucho, o sea, leer su prosa me inspira, por eso también lo metí. Hay que homenajear a la gente que inspira y hay que respetar. 

¿Vos leías Cerdos y peces?

Claro. No en tiempo real, pero sí. El año pasado, cuando vine, me compré la antología de Cerdos y Peces que fue cuando comencé a escribir Oktubre. En el libro hay un par de poemas, que tienen en cursiva citas de él directamente en las que, modestamente, trato de emular su estilo. Porque Symns en el libro es lo que era el coro griego de la literatura griega, o sea, te representaba la tragedia griega, ocurría las acciones entre los personajes y el narrador que tenía en escena era el coro, el que contaba lo que está pasando acá es esto. Esos dos poemas son el coro griego que metí ahí de refilón.

Más allá de lo que pase con Symms, un poco es como dice Mufercho Martínez “es imposible no amar a quién te hace pensar”

En esa frase se resume lo que quise hacer con Oktubre y lo que valoro de la vida. Todo lo que haga pensar, bienvenido sea. En este mundo, todo tiende a adormecer, todo tiende a la manufactura en serie, terminaste de ver una serie y ya salió otra. No tienen un tiempo de reflexión sobre algo. Entonces, ¿cómo no vas a amar algo que te hace pensar? Se trata de eso, de encontrar un sentido, de darle una cohesión al mundo, hacer una conexión, de entender que las cosas se interrelacionan, de que de esa interrelación surge el pensamiento, la filosofía, la ciencia, el resto es cotillón.

¿Cómo haces ahora para sacarte de este lugar Oktubre? ¿Cómo decir: “okey, esto se terminó y ahora paso a otro proyecto”? 

La presentación en Buenos Aires era un gran hito porque me tenía como ocupada mentalmente, un poco estresada, un poco emocionada, significaba mucho para mí venir acá. Ahora la vida sigue, escribir, sobrevivir. Entonces ya tengo la cabeza puesto otro proyecto. Capaz que en Oktubre purgué un montón de cosas, aunque siempre digo que no escribo a modo de catarsis, pero siempre hay un poco de purga. Ahora tengo otras preocupaciones que tienen más que ver con eso, con una noción de fin que empieza aparecer y hay que contarlo, hay que volver a decirlo. Bueno, hay que volver a buscarle la vuelta y volver a contarlo, algo que me salga a mí como quiero contarlo, para crear otra historia, otra novela también, porque me sentí como cobijada con el  género al que le tenía mucho respeto y mucho miedo por otra parte.

Aunque después de escribir una novela entendí que los cuentos no por su brevedad son más simples. Es plasmar ahí todo, en chiquito, en unas pocas páginas, esa foto se ve veía entera. Y yo venía de ese palo, solo escribía cuentos. Ahora me demostré que pude y me gusta, y me gusta seguir pensando, es eso en definitiva. A mí me emociona lo que me hace pensar. Viste lo que decís de la frase, por eso me sentí tan representada y tan hermanada de esa frase porque si no pensamos, estaríamos fritos, esa es la realidad. Aún nos quedan cosas por hacer, dicen los Héroes del silencio: “si no das un paso te estancas”, y es así, la vida es cine, es movimiento, entonces hay que generar el movimiento dentro del movimiento, no quiero ser una foto en un baúl. No quiero que Oktubre sea una foto, Oktubre es parte de algo más. 

Presentación de Oktubre en Niceto Club

Fotos cortesía Carolina Bello

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