Por Lara Buonocore (@larabuonocore)
Aquí estoy yo hablando todo el rato es la primera novela de Catalina Lascano, editada por Rosa Iceberg, que relata la búsqueda que emprende la narradora de su historia familiar. Revolviendo los recuerdos que se encuentran guardados en cajas, bauleras o cajones, como cartas, cassettes, juguetes, o álbumes de fotos, una hija trata de encontrar su lugar en la familia.
La búsqueda comienza como una obsesión por mantener viva la memoria de su hermano, que falleció cuando la narradora estaba viviendo con él y su madre en España, en la década del ochenta. Los objetos son centrales en este relato lleno de mudanzas a distintos países, porque son aquello que se arrastra hacia el lugar nuevo para mantener viva la memoria familiar, los recuerdos, lo que ya pasó. Ya de adulta, la narradora se propone recolectar todos estos mementos y escribir sobre ellos para reconstruir la historia familiar, y entender, también, el lugar que ocupa ella ahí.
“Empiezo a escribir, entonces, para registrar una obsesión: encontrar a mi hermano en un papel, en una receta amarillenta de un médico que lo vio hace cuarenta años, en alguna foto que todavía no vi. Busco registros de su existencia en todos los rincones.” Esta novela no es solamente el relato de qué es ser unx hijx, sino también qué es ser unx hermanx: ¿qué lugar ocupamos junto a un par?
Todo lo que la familia guardó del pasado es recolectado por la narradora: la obsesión por reencontrar a su hermano la lleva a investigar cada rincón de la casa, y quedarse con cada foto, cassette o documento legal, porque es ahí donde están las respuestas que busca, las posibilidades para reescribir su versión de la historia y entender, también, qué papel juega ella. “Durante ese año y medio, Pipo estuvo conmigo todas las semanas. Puedo decir que estuvo casi todos los días en mi cabeza, mientras pensaba qué iba a escribir sobre cada objeto encontrado.” La narradora, además de buscar los rastros de su hermano, también se busca a ella, la persona que fue y dejó de ser.
La búsqueda constante de la historia familiar y el lugar que se ocupa como hija se traducen en un libro que es una exploración –por momentos se acerca a la novela, la crónica de viaje, una biografía, o un diario íntimo– pero que, al final, termina escapándose por los márgenes.
Frente al silencio familiar, investiga los hiatos y huecos, aquellas partes de la historia que fueron borradas u olvidadas. “Bueno, aquí estoy yo, Catalina, hablando todo el rato”, dice la narradora en un cassette que le enviaron a sus abuelos durante los años que vivieron en España. En el pasado, ella era la única que hablaba y, en el presente, en esa búsqueda que lleva a la escritura, continúa siendo ella la que habla, intentando formar una imagen más amplia de lo que fue su infancia, su pasado, y cómo eso afecta la persona que es en el presente.
Catalina Lascano escribió un relato cargado de potencia y honestidad, una forma de demostrarle amor a ese hermano que ya no está, un intento por reconstruir los momentos juntos. “No sé si quiero dejar de escribir sobre él”, dice la narradora en el final. La escritura, en Aquí estoy yo hablando todo el rato, es una forma de recordar ese pasado que ya no va a volver.