Amado Señor de Pablo Katchadjian

¿Qué es Amado Señor? Empecemos por la fácil: es el nuevo libro de Pablo Katchadjian que acaba de publicar Blatt & Ríos. ¿Qué más? Es un libro que está compuesto de cartas, 61 cartas, al Señor del título, o al ente que sea. Es decir, hay un destinatario, un interlocutor determinado. ¿Y el remitente? Bueno, ahí vamos. Estas cartas están compuestas por un narrador (una carta es una primera persona) que no cree en el Señor, pero le escribe como si creyera porque, está claro, necesita creer (si no estuviera el Señor, ¿qué haría?), así como el libro necesita de la confusión. ¿Se entendió? Mejor.

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Imagino que cuando uno lee que es un libro compuesto por cartas automáticamente se imagina que se habla de una novela epistolar, y lo es, pero no. Lo es en el sentido de que efectivamente hay cartas y hay, si se quiere, una novela, que acá se corta pero uno supone nunca termina. Y no lo es en el sentido de que esas cartas no son, ni serán respondidas, acá no hay intercambio. Es decir, Katchadjian trastoca a la novela epistolar hasta dejar al libro sin género aceptable. 

¿Por qué empiezan estar cartas? El narrador, en realidad, tenía planeado, esto lo dice, crear un universo de ficción (como el Señor, ¿no?) a partir de su primera epístola, un universo en donde pasarían cosas y él se las iría contando al Señor, pero operó un proceso de orden inverso y terminó hablándole directamente. En realidad, lo que operó fue la fascinación. Quiero decir, para el narrador el Señor es un enigma al que nunca va a poder entender completamente, en todo momento se lee esa tensión entre estar equivocado y tener la razón, y eso lleva a la fascinación. En criollo: el narrador está fascinado con el Señor y en esa fascinación acepta la tensión. 

Un detalle no menor: lo que empieza siendo Señor va transformándose a lo largo de las cartas en otra cosa, en algo sin sexo, o con todos los sexos. Entonces de Amado Señor se pasa a Amada Misma, Amado Aire Espinoso, Amada Composición, Amado Murciélago, Amada Cosa, y ese nombrar al Señor en sus infinitas formas sirve como puntapié, en una especie de mecanismo instantáneo, de cadáver exquisito unipersonal, para la epístola siguiente. «La única posibilidad es deslizarse con lo que se desliza», le dice en un momento el narrador al Señor, que siempre es otra cosa, y eso es justamente lo que hace el autor. Digamos esto: si hay algo que demuestra hace años Katchadjian es que sabe jugar con el lenguaje y este libro no es una excepción. Acá el juego de palabras lo que revela es esta confusión, esta incertidumbre que el Amado Señor provoca en el narrador.

¿Cómo se entabla una conversación de abajo hacia arriba, donde el que habla se sabe inferior? Respuesta tentativa: como una confesión. El narrador entonces se confiesa en sus cartas, se abre en la intimidad de ese diálogo desigual. Y digo diálogo porque estas cartas se leen como si uno estuviera del otro lado del confesionario, tienen la fluidez de la oralidad. El narrador, entonces, siempre le está hablando al Señor, incluso cuando no le habla. Y en esa verba incontrolable, por momentos delirante, se deduce que el diálogo, como el Señor, es inabarcable.   

Todo en Amado Señor es puesto en tensión, en contradicción. Es un libro que está colmado de preguntas y ninguna respuesta. «¿Qué se puede inferir de la mente del creador viendo lo creado -este texto-? ¿Qué se puede inferir del creador viendo lo creado -yo-?», pregunta el narrador y la respuesta la da más adelante: se pueden inferir muchas cosas y por lo general cosas contrapuestas.

¿Qué se puede inferir entonces de Pablo Katchadjian? Bueno, que es un grandísimo escritor. Solo resta despedirse agradeciendo por esta experiencia religiosa. Gracias, Amado Escritor, gracias por hacer hablar al narrador.

#DatoChelsea: Conocé más del autor en este ciclo de Conversaciones que organizó el MALBA a cargo de Malena Rey. Click acá.

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