Cosquín Rock Día 1: Esta sí que es Argentina

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El sábado 18 arrancó la primera jornada del Cosquín Rock, el festival de rock más federal del país, que ya es un clásico en la propagación musical del verano. Todos los años miles de personas de todas partes de Argentina llegan a Santa María de Punilla para congregarse detrás de un solo objetivo: pasarla bien escuchando rock. 

Esta edición, que comenzó a las 14 horas de anteayer, se destacó por un line up prolijo y cuidado desde lo musical, pantallas de primer nivel y un sonido que en algunos momentos podía llegar a dejarte sordo, pero que funcionaba con la máxima de estar al palo. 

La entrada, repleta de un público ecléctico, fue muy pacífica y llena de naturaleza, al punto que mientras caminabas podías mirar las sierras y sentirte parte del paisaje. La remera de Ojos locos, una de las primeras bandas en tocar en festival, se mezclaba con chicas y chicos con glitter en la cara, peinados tirantes con mucho gel y sombreros de todas las formas. 

Alrededor de las 17:30 horas Guasones tocó en el escenario Norte, el lugar donde el rock se mantuvo en lo más alto y las banderas de los barrios coparon el centro del público. La lista de la banda de La Plata fue muy hitera y la gente no dejó de agitar ni con los últimos temas: Reyes de la noche y Gracias

Cerca del escenario Norte estaba el escenario Paraguay, que tenía una propuesta más indie, pero en donde el rock también se hizo presente. Apenas pasadas las 18 horas, Rayos Láser se desplegó como si fuera una banda local, los jóvenes cantaron sus temas más conocidos y continuaron iluminando una tarde llena de sol. 

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Foto: Meme Damele

Casi a la par, la presentación de Usted Señalemelo en el escenario Montaña fue brillante. La banda emanó swing, autenticidad y mucha buena onda. Vinieron a explotar y lo consiguieron. Además de sonar increíble, demostraron que son una de las bandas a las que hay que mirar a la hora de pensar en el mejor presente de la música argentina. Punto aparte para el comienzo de Big Bang, que en esa intro esconde (o no tanto) una guitarra nacida en Patricio Rey y los redonditos de ricota versión Una Piba con la remera de Greenpeace. Nos encantaría saber si esa similitud fue buscada o si fue solo una coincidencia de las que más nos gustan. Una cosa sí sabemos: ese modo Skay sí se puede ver. 

Algo para tener en cuenta es que en los diferentes escenarios no hubo tantas mujeres en el line up. Es más, si se hace un balance el porcentaje sale desfavorable. Viéndolo con lupa, en un escenario como el Norte no hubo ni una sola protagonista. Distinto fue el caso del escenario Paraguay que, en una decisión acertada, puso una banda como Las ligas menores.

De hecho, Anabella Cartolano se comió el escenario, hizo volar sus rulos, la guitarra y toda la banda y el público armaron un bloque de disfrute imposible de quebrar. Dentro de ese bloque había desde un chabón con la remera de Hermética hasta un hippie de 60 años que gritaba “qué hermosa canción” cada vez que comenzaba un tema. También estaban Alexis y la Flaca, una pareja de Cortaderas, San Luis, que viajaron en moto toda la noche anterior para poder estar presentes en el primer día del festival y disfrutar de ver caer el sol en las sierras mientras sonaba A 1200 km. El sonido indie se vuelve a veces punk y suena a Attaque 77. 

Si bien pasar de escenario en escenario para aprovechar la amplia oferta de bandas es relativamente fácil, comprar una cerveza, un fernet o comida es una odisea y es algo que, al día de hoy, en la estructura de festivales no se puede resolver. Las colas eran eternas y los precios muy altos, por ejemplo, una lata de cerveza con el vaso oficial salía $2.700. Además, tenías que ir con efectivo, porque si querías pagar con tarjeta era casi imposible. El dilema entonces era comer o perderte una banda. Una de las opciones alternativas –y muy utilizada– fue la de hacer compras anticipadas y distribuir esas consumiciones a lo largo de una jornada larga y espectacular. No te ahorra la espera, pero sí hacía que te ahorraras unos minutos.

A las 19 horas en el escenario Norte comenzó el show de No te va a gustar, que sonaron limpios, prolijos y haciendo lo que mejor les sale: canciones de rock correctas. Unos minutos más tarde, en el escenario Montaña, llegó la hora del baile con La Delio Valdez, que aportó el toque de cumbia que se necesita. La gente entregó sus caderas a ese bandón que nunca falla y que cada vez más se convierte en un sinónimo de pasarla bien. Estuvieron contundentes y entregados. 

Ya para las 21 horas llegó el turno de uno de los platos fuertes: el flaco Skay. En Arcano XIV ya adelantaba un poco lo que iba a pasar en la jornada: él era la máquina y nos iba a triturar. Algo que corresponde a estos tiempos es el pogo filmado, unos saltan, otros filman, pero nada puede quedar fuera del registro personal. Si el Cosquín Rock tuviese que tener un himno, ese himno sin duda sería Jijiji. El pogo más grande del mundo se hizo presente con mucha intensidad, personas de todas las edades se acercaban al escenario Norte para saltar y ser parte. Los más de 35 años, en cambio, se quedaban en su lugar para saltar, agitar con la mano y unirse a un ritual que no tiene fecha de caducidad. 

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Foto: Meme Damele

Media hora más tarde Él mato también se subió al escenario Paraguay e iluminó la noche cordobesa pero con luz indie. Su lista de temas demostró porque a todos les gusta, sus canciones cumplen y, sobre todo, le hablan a una generación. Tal vez sea por las giras de verano que te hacen pasar del frío de Bariloche, a la costa o a la sequedad de Cosquín, pero la voz de Santi Motorizado, que dejó todo, no estuvo en su mejor noche. 

El otro plato fuerte del escenario Norte fue Divididos, que salió a la cancha cerca de las 22:30 horas e hicieron de todo. Arnedo hasta tuvo tiempo de rendirle un homenaje a Okupas subiendo una sandía al escenario. Sábado sonó funkera y puso a todos a bailar igual que con La rubia tarada, y todo pareció cobrar sentido cuando Mollo gritó: 

¡Basta! Me voy, rumbo a la puerta

Y después a un boliche a la esquina

A tomar una ginebra con gente despierta.

Esta sí que es Argentina.

Punto especial para Mi amigo invencible que se presentaron por primera vez en el Cosquín Rock y nos dieron uno de sus mejores shows en vivo. Mariano, su frontman, estuvo prendido fuego, bailó e hizo una versión hermosa de Mandolin, de Gustavo Pena. La banda se lució tocando Batalla gigante con un poco del Himno de mi corazón entregándose a un público que los miró sorprendidos. Si MAI sigue con este ritmo de vivos, están para conquistar toda Latinoamérica. Impecable, tema de Isla de oro, su último disco, le hizo honor a la presentación. 

A eso de las 00:35 del domingo, Juanse hizo su entrada triunfal al escenario Norte con Rainbow de los Ratones paranoicos. El líder estuvo modo personaje, desplegó un estado físico poco atlético por todo el escenario, se quiso sacar la remera y toco a lo guitar hero toda la presentación. 

El Rock del pedazo fue otro clásico que el público coreó hasta quedarse sin voz. Es que Juanse ofrece este clásico como anfitrión que prepara el plato que mejor le sale a sus comensales: tuvo invitados como Alejandro Kurz, de El Bordo, Junio, de La 25, y Mateo Sujatovich, de Conociendo Rusia. Este último cruce dejó a la vista algo que desde hace rato ya es evidente: Mateo tiene todos los números para ser uno de los protagonistas que continúe con la tradición de la canción rockera argentina. 

La jornada terminó con electrónica, la famosísima Fiesta Bresh tomó protagonismo y el cierre de fecha estuvo a cargo de figuras como Enrico Sangiuliano y Charlotte de Witte, que hizo extender la jornada hasta la madrugada.

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