Carmen Sánchez Viamonte es una artista platense que viene haciéndose escuchar. Si bien con tan solo 25 años ya tiene seis discos, con Mala, su último trabajo discográfico, marcó una irrupción que hizo que muchos que no la conocían se dieran vuelta a mirarla.
¿Pero qué tipo de música hace? ¿Es rock? ¿Es pop? ¿Indie tal vez? No, acá hay intensidad, potencia, por qué no dulzura. Además, en ella el género importa porque Mala es un álbum de autor, con canciones con una lírica que se disfruta más escucha a escucha. Los temas que trata en sus canciones son los de una chica de su edad: el desamor, el desencuentro, el enojo, la oscuridad. Una temática común pero con impronta personal, con fragilidad y carácter. No tiene miedo de sentir asco, ni de admitir que vomita en la esquina de la casa de quien le rompió el corazón.
Carmen sale del círculo de La Plata donde ya está afianzada para comenzar a conquistar la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y se presenta hoy en La Tangente. Una excelente oportunidad para escucharla en vivo y confirmar por qué sería espectacular tenerla de telonera de Marilina Bertoldi.
Hablamos con la artista sobre el nacimiento de esta obra.
¿Cómo fue armar el disco? ¿Cómo llegás como artista a Mala?
A los quince años armé mi primera banda y ya con esa banda sacamos un EP chiquito. Después saqué dos discos solistas, después armé otro proyecto, sacamos un disco y después vinieron La fuerza y Mala. Para esos álbumes ya estaba parada en otro lugar con respecto a las grabaciones, tenía bastante claro qué quería hacer y cómo hacerlo. También ahí cumplió un rol muy importante el productor, que es Juan Pedro Lucesore, los dos discos los co-producimos juntos en su estudio. Y fue un proceso muy hermoso, la verdad; yo siempre hablo de los dos discos porque para mí son medio hermanados, además de que salieron muy juntitos, los procesos tienen mucho que ver entre sí. La fuerza para mí fue un antes y un después total en mi personalidad como artista.
Cuando empecé a tocar de chica tocaba rock y me sentía muy identificada con eso, y después me encontré con lo que significaba hacer rock siendo mujer. En ese momento era muy difícil, muy áspero, y me alejé por completo de ese mundo porque tenía una sensación de que tenía que demostrar excelencia para estar a la “altura”. Así que fueron varios años de un proceso de buscar otras cosas que, en realidad, en el fondo no me satisfacían. Así llegué a La fuerza, que es un disco de rock-pop; como vi la repercusión que tuvo en Mala me animé a un poco más. Mala es un disco un poco más heterogéneo, con canciones más raras. En La fuerza casi todas las canciones eran nuevas, las compuse durante la cuarentena, mientras que en Mala hay canciones muy nuevas, hay canciones que no entraron en La fuerza y después agarré otras canciones viejas. El núcleo que reunía las canciones de Mala era la intensidad. Se llama así porque busca revertir los adjetivos negativos que nos adjudican y decir “bueno sí, soy re intensa, y si para vos soy mala, soy recontra mala, no me importa”. Es una forma de anular la negatividad de eso y apropiárselo, entonces todas las canciones de Mala tienen una intensidad inherente que se nota más o menos, pero si le prestás atención a las letras todas son un drama.
Me llama la atención que en un momento en donde todo el mundo pide “más amor, por favor” decidís tomar el camino inverso ¿Qué te impulsó a exponer esta parte del personaje que desarrollás en el disco?
Fue todo muy natural con respecto al proceso que vivía como persona. Soy una persona muy optimista, siempre estoy tirando para arriba, por ahí sí tengo partes oscuras que son parte de mi personalidad, pero siempre me preocupa que al final todo esté bien. Me empecé a dar cuenta que muchas personas interpretaban eso como que nací rodeada de flores y haditas y, en realidad, mi forma de ser tiene que ver con que tengo una parte muy oscura, muy depresiva, muy triste, y todo lo otro es una decisión de todos los días. Me importaba mostrar el camino hacia todo eso, que no tiene que ver con una cosa pavota de que va a estar todo bien, sino que va a estar todo bien porque tenemos la fuerza para hacer que las cosas estén bien. Entonces en este disco me animé a mostrar mi lado más oscuro, el que más miedo me daba exponer. De hecho, el disco es todo un camino por un proceso de duelo. La última canción se llama “Duelo/Ha llegado el amor” porque para mí son dos cosas que están entrelazadas. Estos fueron años de mucho duelo para mi familia y eso me hizo pensar mucho en el tema y en cómo se relacionan la muerte y el amor. Mi generación se encontró con la muerte en la pandemia y esta sensación de que de repente no somos infinitos cubrió muchas obras de una oscuridad terrorífica y a mí me importaba destacar otro aspecto de la muerte, que es decir “sí, nos vamos a morir, ¿qué hacemos mientras tanto?”; aprovechemos este tiempo que tenemos, a la gente que tenemos alrededor. Por eso para mí el duelo y el amor son cosas que van de la mano, porque los momentos de duelo también son momentos de darse cuenta qué es lo que importa y limpiar todo el resto que a veces nos complica la vida al pedo.
Eso a nivel narrativo, ¿a nivel musical cómo fuiste armando la banda y cada uno de los músicos que estuvieron participando en el disco?
Primero me armé una banda para tocar en vivo: Juampi, el productor, es el guitarrista; después está Francisco Fornaroli, en batería y Justo Fornaroli, en bajo. Además, los tres son mis mejores amigos, así que todo fue muy fluido y hermoso, pero también están muy marcados los límites laborales de que son mi banda y si algún día alguno de ellos no puede tocar más entra otra persona. En ese sentido, las decisiones de fondo las tomo yo. Y después para los discos, casi todas las guitarras y los bajos lo grabamos Juampi y yo, las voces las grabé todas yo y después para la batería contratamos sesionistas, a Facundo Elizondo y a Martín Casado porque nos embalamos mucho en el proceso del disco, dijimos “esto se lo damos a un sesionista y en una semana nos graba la batería y ya está”. Pero yo soy muy a punta en fuego, se me cruza una idea y digo “bueno, pará, en agosto la quiero tener terminada” y en agosto tiene que estar terminada, y en el medio es un caos.
¿Y desde los sonidos?
Desde los sonidos nos basamos mucho en Haim, que es una banda de hermanas de Los Ángeles que amo. Ellas hacen rock-pop, que es un género que en Argentina, al estar el rock muy asociado al rock nacional se ve más de costado. Me interesaba explorar ese género y apropiármelo un poco y me parece que las hermanas Haim lo sintetizan muy bien. Me basé mucho en Women in music, el último disco de ellas y en Rosalía, que fue más inspiración en el sentido de hacer un disco súper variado y largo. Rosalía te mete una metralleta en una canción, a eso no llegamos, pero si sirvió de inspiración como para decir “seamos raros en paz”. De ahí salieron “Le temes a la oscuridad”, canción que está en la mitad del disco, en la que toda la base son sonidos y es casi una representación teatral de una pesadilla. O también “Ya sabré” en la que hay un sample de un grito que pasa por atrás, cosas que antes no me animaba a meter en las canciones y en este disco dije “quiero que además de todo sea divertido de escuchar”.
En un momento de tanto single apostás a un disco de muchas canciones, de intensidad lírica, con letras complejas. ¿Cómo trabajás las letras para que el público pueda apropiarselas, pero para que vos también puedas decir lo que tenés ganas?
Eso es algo que fui construyendo con el tiempo y me interesa. Siempre le estoy prestando atención a que las canciones sean accesibles, escuchables, que no sea música para músicos.
Me considero más comunicadora que música, entonces me importa lo que digo en una canción. Desde que empecé a cantar, desde chiquita, antes de tener la banda, me di cuenta de que podía generar emociones en la gente, y eso para mí era un superpoder impresionante y dije “bueno, ¿qué voy a hacer con esto? ¿Qué quiero generar?”. En eso me fijo mucho al momento de escribir y también al momento de vestir una canción.
Estamos en un momento en que Argentina se puso medio de moda, hay como un boom de artistas nuevos, que está buenísimo, porque me parece nutritivo para la cultura. Ahora, en todo este merengue se mezclan mucho los conceptos de qué es el éxito, qué es ser artista y qué es ser un producto más industrial, que las dos cosas están bien, pero tienen sus diferencias, aunque se entrecrucen. Uno como artista, si quiere empezar a vivir del arte, tiene que empezar a considerarse a sí mismo o a sus canciones un producto y empezar a pensarlo en ese contexto, pero también está el equilibrio constante de no perder la cuestión identitaria o artística. De qué lado me paro más o menos es algo que siempre estoy revisando y evaluando. Pero en el sentido de los discos es algo con lo que nunca quise transar, a mí me interesa el disco como obra porque me gusta contar historias.
Hago las canciones que yo necesito, que no encuentro en otro lado. Principalmente, al momento de sentarme a escribir estamos mi corazón y yo.
Además de nutrirte con Haim y Rosalía, en el momento en el que armás toda esta narrativa ¿tenés otro grupo de artistas que te guste mirar?
Marilina Bertoldi es mucha inspiración para mí, la amo. Después me voy basando en las cosas que voy encontrando en cada momento; por ejemplo, ahora estoy leyendo Tejiendo sueños de Patti Smith, que son textos de ella, son como relatos fantásticos de recuerdos. Y me gusta mucho también esa forma de escribir porque me parece que logra mezclar muy bien las cosas reales y terrenales con cosas más abstractas y fantasiosas. Me interesa buscar las formas de plasmar en las canciones esa sensación de que la vida cotidiana también tiene sus cosas mágicas y nada más hay que prestarles atención.
Yo digo en chiste que Marilina es mi religión porque fue un antes y un después en mi vida. Prender un fuego fue como “wow, podemos hacer esto”. Fue como tener de repente una referencia muy clara a lo que yo me quería dedicar. Fue impactante. Y también en cómo ser mujer en un escenario, que es algo que me trababa mucho la cabeza porque soy bastante tímida en mi vida cotidiana. Pero después en el escenario fui construyendo un personaje para poder exponerme y ahora lo disfruto un montón, ya no sufro como antes.
Generar un personaje que no corresponde al mundo del consumo masculino siendo mujer me pareció, y me sigue pareciendo, impresionante en Marilina y muy inspirador. Después vinieron otras inspiraciones, Patti Smith, las Haim o Paula Maffia, todas mujeres con mucho carácter, ellas me ayudaron a desarrollar esa parte de mí.
Yendo al vivo, ¿cómo preparás para tus shows? Hay algo de tu identidad, que tiene que ver mucho con La Plata desde las letras hasta como fuiste formando tu público y que, de alguna manera, ir a Capital es moverte de ámbito.
Sí, es salir de la zona de confort. La Plata es una ciudad que funciona muy bien por sí misma, es muy fácil quedarte contento con el circuito y no salir nunca más (risas). Desde que empecé a pensar en profesionalizarme dije “no quiero nada más esto” y al mismo tiempo me daba mucho miedo salir de La Plata porque, bueno, es exponerse a otro ambiente, sobre todo, Buenos Aires, que para los platenses parece una selva. Después me empecé a sentir cada vez más cómoda con la ciudad y se empezó a generar un público también y esa posibilidad me hizo ilusión. Empecé a pensar en cómo generé mi público en La Plata que fue un trabajo de años que fue creciendo, fue corriendo la bola y está empezando a pasar lo mismo en Buenos Aires. Si bien soy una persona muy ambiciosa, soy también muy respetuosa del camino hacia las cosas y de disfrutar cada momento. Pero este año va a ser un año exclusivamente de tocar todo lo que se pueda. Voy a estar en Córdoba en marzo y antes voy a estar tocando en La Plata, en el conurbano, así que estamos preparándonos para todo eso.
Foto: Andi Pomato
¿Cuándo hiciste el disco estabas pensando en cómo tocarlo en vivo?
Sí; de hecho, desde que empecé a grabar discos siempre mi inquietud era que sonara cómo sonaba en vivo, con esa intensidad, que es la dificultad que tuve durante todos estos años: cómo expresar eso en un disco grabado. Para cuando grabamos La Fuerza lo que buscamos fue que fuera clásico en el sentido de que no tuviese mucha postproducción, que pudiese ser tocado por personas así tal cual. Después con Mala fue al contrario, quisimos tener más postproducción también porque ingresamos en el mundo de las pistas en vivo, entonces eso facilitaba muchas cosas. A mí lo que más me importa de hacer música es el vivo, es lo que más me divierte y en lo que más pongo cabeza. Y después el disco es como una foto de cada momento. Cuando estoy en el escenario me siento como si fuese una maga o una hechicera que va moviendo la energía de la gente. Y el sentimiento que busco es el mismo que sentís cuando mirás una película super inspiradora y decís “qué ganas de vivir que tengo”, eso busco en los shows: inspirar a la gente y cultivar eso que yo misma cultivo en mí todos los días.